Soy la manifestación del espíritu en este cuerpo humano, hecha en el vientre de mi madre, silueteada con el pincel de mi padre. Llevo en mi sangre las memorias de mis antepasados, hombres y mujeres que me susurran claramente que la vida es circular y que el destino es lo que uno escoge.

Mi pelo contiene el material de las estrellas, lo que le da a mis pensamientos un gran alivio de eternidad. La bendita sangre de mi útero me recuerda que la existencia es un proceso de creación, renovación, vida y muerte, un ciclo del que no se puede huir, sin embargo, con un poco de nostalgia, veo que los que lo han intentado, llevan en su rostro la carga de un robot que se alejó de lo divino de su ser para convertirse en un máquina generadora de oxígeno.

En cada instante siento la necesidad de resurgir, cambiar, transformar, respirar, soltar, es que si no me muevo me estanco, es que si no me muevo me acomodo y  así perderé la oportunidad de ver mas allá de lo evidente, de trascender todas las barreras interiores que me pueden impedir vivir en el reino de los cielos aquí en la tierra.
Le agradezco enormemente a mi humanidad por la posibilidad que me da de sorprenderme con cada arco iris, de exaltarme de felicidad con el vuelo de un colibrí, de erirzarme la piel con la música que mueve mi existencia, de suspirar al ver a una pareja de enamorados fundiéndose en miradas y besos donde ni el tiempo ni el espacio existen.
Le agradezco a mi humanidad la sagrada oportunidad de equivocarme, de ser mi sombra, de caminar por el gran misterio que es la vida y así mismo, doy las gracias por que sé que con cada latido de mi corazón puedo volver a empezar.