CONCIENCIA DE CENTRO INTERIOR:

El CENTRO INTERIOR es una forma de definir a un estado de presencia más allá de la mente, más allá de la emoción, más allá de las sensaciones físicas y más allá de lo que sucede alrededor. Es un portal de acceso a un nuevo paradigma que nos unifica con todo. Es la sede de una conciencia expandida, que nos permite atestiguar en tiempo presente el proceso creativo a partir del cual desplegamos y creamos la realidad que habitamos.

Cuando habitamos ese CENTRO INTERIOR experimentamos paz y plenitud, trascendemos los parámetros mentales del tiempo y el espacio percibiendo la atemporalidad de lo eterno y el vacío de la totalidad.

Evocar ese estado de conciencia es la búsqueda de toda meditación, es el pilar fundamental desde donde se sostienen infinidad de culturas iniciáticas, que desde siempre proponen la trascendencia del Ser y la evolución hacia una percepción expandida y unificada de la existencia. La mayoría de estos caminos coinciden en que la expresión básica de la meditación es la contemplación de la respiración. Respirar conciencia y desde el CENTRO INTERIOR observar para reconocer el constante y perpetuo ciclo de la respiración como manifestación de la vida, de la existencia, del equilibrio perfecto, del dar y el recibir, de expandir y retraer.

Se trata simplemente de dirigir la atención para observar si la respiración esta agitada o está tranquila, si es profunda o superficial, observar y reconocer los aspectos más sutiles de la respiración, como la temperatura con que ingresa el aire a través de las fosas nasales y las sensaciones que genera el aire en su paso por las fosas nasales hasta llegar a los pulmones, expandiéndolos, llenándolos de vida.

De esta manera, observar la respiración se convierte en la base de toda meditación, y en el ancla más poderosa para activar al observador neutral y permanecer en ese CENTRO INTERIOR, atestiguando en tiempo presente el despliegue de la existencia.

A partir de ese CENTRO INTERIOR evocado por la respiración consciente le sigue observar la mente y sus pensamientos. Ese estado de contemplación es el que permite tomar la “distancia” necesaria para “darnos cuenta” de que es lo que estamos pensando frente a la realidad que transcurre ante nosotros. Es la posibilidad de des identificarnos de la verdad e interpretación mecánica que surgen de los programas instalados de nuestra mente. Programas que no solo condicionan la interpretación de nuestras experiencias, sino que también las atrae y las crea, muchas veces perpetuando interminables ciclos de negatividad, sin darnos cuenta de que somos nosotros mismos que los estamos generando y reproduciendo.

En este punto será muy importante recordar no juzgar nada de lo observado. La que juzga y califica es la mente y su naturaleza dual. La identificación con cualquier juicio significará que nos salimos del centro interior y sin darnos cuenta nos sumergimos en el plano mental para vivir ese momento según el programa que mecánicamente opera en nosotros.

Darnos el permiso de observar todo lo que transcurre por nuestra mente, más allá de cualquier tendencia a calificar de bueno o de malo; de lindo o de feo; de correcto o de incorrecto, nos permite sostener la ecuanimidad inherente al estado no- dual del CENTRO INTERIOR. A esto podríamos llamarle ACTITUD MEDITATIVA, y es algo que se logra paulatinamente, con determinación y voluntad, eligiendo querer ver.

Generalmente, y sin darnos cuenta, estamos limitados por nuestras creencias. Nos hemos acostumbrados a vivir la vida mecánicamente y en función de cómo está estructurada nuestra verdad. Por lo tanto, nos llevará un tiempo cambiar este punto de vista y crear el hábito de ser observadores y reconocer el protagonismo que tenemos en diseñar momento a momento nuestro destino.

Pero sumar instantes de iluminación y chispazos de consciencia en cada día instalará poco a poco la nueva conciencia. Además, observar la mente sin juicios y sin intención de controlarla es la única forma de aquietarla y poco a poco silenciarla.  Seguido a observar la mente, podemos observar el estado emocional que estamos experimentando. Este será consecuencia de la interpretación que elaboramos a  partir de nuestras creencias. De ahí que las emociones son un buen referente para  apreciar lo que proyectamos desde nuestros pensamientos.

Conquistar poco a poco ese CENTRO INTERIOR, evocándolo en nuestro cotidiano vivir, nos permite ir reconociendo las veladuras y filtros que tiñen y les dan forma a nuestras experiencias. Tal revelación nos conduce inevitablemente a la liberación, nos coloca ante la posibilidad de auto gestionar una profunda transformación de nosotros mismos y de la realidad que habitamos.

CONCIENCIA DE PRINCIPIO FEMENINO:

Receptividad, aceptación, pasividad, silencio, contemplación, intuición, retracción, pensamiento abstracto, sutileza, arte, son todos atributos del principio femenino que está presente en todo lo que Es.

Como diseño universal de Unidad encontramos a la conformada por la integración de los opuestos en perfecto equilibrio, femenino-masculino, blanco-negro, bien-mal. Perfectamente representado en el símbolo del Yin Yang. Diseño que se ve reflejado sobre todo lo existente. Todo tiene su componente femenino y su componente masculino que se integran para dar lugar a la unidad que representan.

Equilibrar el PRINCIPIO FEMENINO y vivir en ACTITUD MEDITATIVA nos conducen inevitablemente a la NO-REACCION y nos invitan a dejar de vivir mecánicamente y condicionado por nuestros programas mentales, muchos de los cuales no nos son favorables ya que no están en función de lo que realmente deseamos en la vida y deberán ser trasformados a lo largo del proceso de REALIZACION PERSONAL.

Cuando conquistamos nuestro CENTRO INTERIOR y equilibramos nuestra ESENCIA FEMENINA se abren las puertas que conducen al INCONSCIENTE.  Únicamente en ese estado de aceptación y conciencia se vuelve visible lo oculto, y se revelan ante nosotros los grandes misterios de la vida.

Desde ese estado de consciencia podemos poco a poco reconocer nuestra PROPIA NEGATIVIDAD y todo lo que por LEY DE CAUSA Y EFECTO se corresponde y proyecta en la realidad que habitamos.

Recuerda que cuando la mente funciona mecánicamente desde un programa de negatividad, interpreta a una situación dada como NEGATIVA. Si nos identificamos con esa “versión” negativa de la realidad, así la asumimos y así la vivimos manifestando un estado emocional “negativo”.

Si la identificación con ese programa mental y con ese estado emocional continúa deviene la reacción. La reacción es un acto mecánico y reflejo aprendido. Son comportamientos estereotipados que responden a la lógica del sistema de creencias colectivo en el cual nos hemos desarrollado.

Tal identificación con lo negativo y la consecuente reacción, ya sea a través de la palabra, la actitud o cualquier acción impregnada de esa connotación negativa será el estímulo para plasmar ese contenido en la gran matriz Universal, manifestándose como esa realidad que vivimos y que, sin darnos cuenta, nosotros mismos estamos creando.

Cuando esto sucede proyectamos más negatividad, atrayendo más de lo que no queremos. De esa manera se completa un circuito que se retroalimenta creando más y más de esa negatividad.

Cuando somos capaces de observar desde el CENTRO INTERIOR todo este proceso surge la posibilidad de generar nosotros mismos un cortocircuito y se trata precisamente de no identificarte con esas pautas mentales negativas, solo observarlas sin reaccionar y así dejar de perpetuar el proceso creativo de NEGATIVIDAD.

 

Acerca de Martiniano Courvosier