Cuando hablamos de la imaginación no acostumbramos a ser conscientes de la magnitud de un término que representa nuestra capacidad de salir de lo limitado, de lo conocido. Tal vez es así porque nos han vendido que aquello que imaginamos pertenece al terreno de la fantasía, algo que no puede existir en nuestro mundo real. Curiosamente en cambio, imaginar como herramienta creativa que permite materializar sueños es un concepto usado continuamente por aquellos que nos venden sus propios sueños, aquellos que desean dirigir nuestro mundo interno y externo.

No es un secreto que para crear cualquier cosa dentro de nuestro universo práctico necesitamos imaginarla antes o al menos, que otros la imaginen por nosotros, como hacen los catálogos de muebles cuando alguien decide cambiar la decoración de su salón. La verdadera confusión se establece cuando no somos conscientes del proceso creativo y creemos que un sueño es irrealizable por el simple hecho de que aquello que deseamos no parece existir o responder a la lógica del mundo común.

Un mago es capaz de encarnar lo posible porque juega con la ilusión, con la mirada. Algo así nos ocurre cuando activamos nuestros propios procesos creativos. Somos magos poderosos afectando dese nuestro estado a un universo ilusorio formado de átomos y espacio vacío. Gracias a la cuántica, sabemos ahora que todo existe más allá del universo o la realidad que captamos desde nuestra visión limitada y programada para ver solamente lo que creemos. También nos cuenta la física más avanzada que el ojo del espectador afecta siempre el comportamiento de los electrones que conforman la escena. No hay duda entonces: Aquello que soñamos es tan real como nuestro propio universo físico de experiencia y lo que necesitamos entonces es conocer la forma de encarnar cada sueño que hasta lograrlo, indudablemente pertenecerá al terreno de lo fantasioso.

Para encarnar cualquier sueño debemos comprender que es fundamental la toma de tierra, es decir, amar lo físico, desear estar aquí, bendecir el cuerpo además de hacerlo con el espíritu. Para materializar un sueño necesitamos desear, sentir, experimentar en nosotros la posibilidad, porque es precisamente a través de nuestro cuerpo que ese proceso será posible. Para encarnar un ideal debemos elegir primero una forma y no solo definirlo, sino también respirarlo, representarlo en nosotros haciéndolo posible hasta que la Tierra lo haga germinar.

La imaginación sirve para traspasar las creencias y programas que nos mantienen limitados, para transformarnos en aqueo que deseemos. Imaginar es ir al akasha, al éter, a ese internet cuántico donde todo existe a rescatar la información que nos impulse a ser nosotros mismos. La capacidad de imaginar es la puerta hacia la sabiduría del ser humano. Es la verdadera puerta a la conciencia, algo que descubrimos cuando escarbamos en la etimología de la palabra conciencia:

Conciencia viene de conscientia, palabra griega que significa “la reunión de la sabiduría y las ciencias”, que curiosamente fue traducida de la palabra griega syneidesis. Lo que llama la atención entonces es que significa “con capacidad de imaginar”, es decir, para el mundo griego, que a su vez bebía de la visión iniciática de Egipto, la capacidad de imaginar y la sabiduría eran la misma cosa, algo comprensible si vamos a lo iniciático, donde el mago imagina y crea su propia realidad desde lo que piensa, siente y actúa.

Tenemos un poder muy grande y lo usamos cada día para soñar apoyando aquello que nuestra mente limitada cree como realizable mientras desechamos apostar por aquellos sueños esenciales que nos impulsarían en la vida. Nos dejamos impresionar por el pensamiento social y familiar, ese que define como es el mundo, en lugar de apostar por alimentar los sueños que a día de hoy significarían las semillas de una nueva humanidad consciente. Mi propuesta es sencilla:

Respira tres veces, tomando aire por la boca y soltándolo por la nariz suave y profundamente. Visualiza unas raíces que salen de tus pies y te anclan a la Tierra. Ve a tu corazón y elige cual es la vida que te llena de gozo. Imagínala y dale un espacio en ti. Si haces eso cada día comprenderás que, cuando sientes algo en tí ya estás encarnando sin apenas esfuerzo, tu propio cielo en la Tierra. Lo que ocurra con el tiempo en tu mundo externo ya es cosa de algo más grande, que seguro, si eres constante, te sorprenderá. Eso sí, recuerda que creer es crear.