Autor: Jose Luis Parise

Hablar del fin de una era remite a una facilitación de aperturas hacia la oportunidad de producir cambios, que en cualquier otro momento son altamente resistidos.

Desde siempre, hay un saber que se desplaza en toda las culturas y en todos los tiempos, encontrándolo por igual en razas y pueblos que jamás se conocieron entre sí.

El grado de similitud en esos conceptos y enseñanzas es tan exacto, que produce, en quien se encuentra con eso, la clara percepción de que se está “más allá” de toda parcialidad temporal y cultural.

Ese contacto con algo que trasciende toda parcialidad, y que muestra coincidencia con una tal certeza y precisión que resulta envidiable para el científico más ortodoxo detona firme y progresivamente la convicción de que las incertidumbres de la vida tienen y tuvieron solución desde siempre, que existe la posibilidad real de recorrer un Camino que integra el conocimiento, en lugar de dividirlo en cátedras y materias; y que, por sobre todo muestra la profunda equivalencia y correspondencia entre el hombre y el Universo que habita.

Al mismo tiempo produce una profunda desazón, al caer en la cuenta de que, pese a contar con tal reservorio de saber, durante siglos y más siglos, la humanidad no ha hecho más que ignorarlo desde la mayor de las cegueras y desde la más triste de las soberbias.

Pero afortunadamente, el tiempo actual constituye una frontera “casualmente” anunciada también, y con la misma precisión, en ese mismo reservorio de Saber Oculto de todas las culturas y las épocas: a la nada habitual conjunción del fin de siglo y fin del milenio, se suma el tan ansiado Fin de la Era.

Pero, como pocos conceptos están cargados de expectativas tan disímiles como el de Fin de una Era, es oportuno entender exactamente cómo se manifiesta: se trata de una facilitación de aperturas hacia la oportunidad de producir cambios, que en cualquier otro momento son altamente resistidos y, por lo tanto, improbables. No es algo que de por sí traiga cambios sino que facilita la oportunidad de realización de esos cambios.

Es como si alguien estuviera buscando, en la más cerrada y oscura de las noches, algo que no logra hallar, y de pronto llega al amanecer: eso no significa que ya alcanzó aquello que buscaba, pero sí que ahora tiene muchas más chances de encontrarlo … si no se quedó dormido en esa oscuridad.

Y, precisamente, en todos los tiempos, hay quienes tratan de que la humanidad no se quede dormida. A tal punto, que ése es, en realidad, el resumen más sincrético y a la vez más exacto del saber inmutable que se transmite a lo largo de los milenios y que ahora, en este Fin de la Era, tiene por primera vez en mucho siglos, una verdadera oportunidad de descubrirse.

Iniciación: despertar el noventa por ciento dormido

Todos los inmensos valiosísimos datos que ese Saber Original transmite por muy exactos y abarcativos que sean, son solamente medios para enseñar un único y claro mensaje, que se mantiene, a través de los milenios, tan inmutable como enigmático: el hombre está dormido; y lo que es peor … embotado e hipnotizado en la rutina que es su vida cotidiana. Pero, al haberse cerrado a puntos de referencia más altos, ni siquiera lo advierte.
Todos los Iniciados nos alertan acerca de que la humanidad está sumida en un profundo sueño que la separa de lo más espléndido, de lo realmente divino en Sí Mismo y en el Universo.

Autor: Jose Luis Parise