En 2011, en Estados Unidos 270.000 agricultores orgánicos intentaron llevar a Monsanto a los tribunales por razones relacionadas con una semilla transgénica ideada por la empresa, que contamina a las semillas naturales por polinización en el medio ambiente.

No sólo se trataba de cómo las semillas modificadas genéticamente habían sido transportadas por factores como el viento, animales e insectos, afectando a pequeños agricultores;  sino que el principal problema era que Monsanto había estado demandando a pequeños y grandes agricultores por encontrar en sus campos semillas transgénicas.

Monsanto ha ido tras cientos de granjeros por supuestamente infringir la patente de sus semillas cuando éstas han sido encontradas en sus granjas, una situación que resulta por el proceso de polinización natural. Los agricultores demandados, incapaces de pagar una defensa adecuada, terminaban algunos perdiendo dinero, u obligados a llegar a acuerdos con Monsanto. Como resultado de ello, Monsanto vio aumentar sus ganancias.

Actualmente, es el mayor vendedor mundial de semillas transgénicas en Latinoamérica, Estados Unidos y Canadá. Sus cultivos representan más del 90 por ciento de todos los cultivos transgénicos del mundo. Los cultivos resistentes a su herbicida “glifosato”, como la “soja RR” (Roundup Ready) y el “maíz RR”, sólo promueven la agricultura industrial de insumo-dependencia.

La agresiva promoción que Monsanto realiza de sus productos biotecnológicos, desde la hormona recombinante del crecimiento bovino (rBGH), a la soja “Roundup Ready”, pasando por el edulcorante artificial “aspartame”, vendido bajo los nombres comerciales de Nutrasweet y Equal, resulta a los ojos de cualquier observador como una continuación de sus largas décadas de prácticas éticamente discutibles. Bajo la gestión de su presidente, Robert Shapiro, Monsanto ha apartado todos los obstáculos para transformar su imagen de un suministrador de productos químicos peligrosos en una institución ilustrada y con visión de futuro, que lucha para alimentar al mundo. Shapiro se describe a sí mismo como un visionario y un hombre renacentista, encargado de la misión de usar los recursos de la compañía para cambiar el mundo: “No es un problema de buenos y malos. No sirve para nada decir -si los malos se fueran, entonces el mundo iría bien-; es el sistema entero el que ha de cambiar; hay una gran oportunidad para reinventarlo, dice el ejecutivo de Monsanto.

Alrededor de 300.000 agricultores orgánicos norteamericanos se han unido para demandar.  Ahora una juez, Naomi Buchwald, de la corte del distrito sur de Nueva York, dice que decidirá el 31 de marzo del año en curso si la demanda contra esta corporación podrá llegar al juzgado. Revisar y actualizar párrafo

Desde ahí, sin embargo, las cosas podrían tomar un curso diferente. Michael Taylor, un ex abogado del Departamento de Agricultura de EE.UU. y que había trabajado para Monsanto y está dentro del grupo de presión de Monsanto, ha sido nombrado recientemente para un trabajo del gobierno federal como el comisionado adjunto de alimentos en los Estados Unidos, Food and Drug Administration (FDA). Desde entonces, la FDA ha rechazado las peticiones para etiquetar los productos modificados genéticamente como tales a pesar de las demandas de los grupos de protección al consumidor.

Recordemos que afortunadamente en Europa, los alimentos que sobrepasen un 0,9% de contenido transgénico deben señalar en sus etiquetas que contienen alimentos modificados genéticamente. Aunque es posible que no se regule del todo y los productos procedentes de ganadería sobrepasen ese porcentaje; pues se les ha estado dando a los animales en España un 50% de contenido transgénico en sus alimentos, por citar un solo caso.

ENVIADO POR: ECOTICIAS.COM / RED / AGENCIAS, 23/02/2012, 16:13 H | Yo cito la fuente ustedes deciden dónde la ubican con asterisco o pie de página.  

Paralelo a esto Bill Gates creó en 2006 una fundación con una dotación de 35 mil millones de dólares, no necesariamente para ayudar, sino que le permitía conservar su fortuna intacta, libre de impuestos, con solo invertir 1500 millones de dólares anuales.

El proyecto es llamado popularmente como “El Banco de semillas del Juicio Final”, aunque oficialmente se le conoce como Svalbard Global Seed Vault  (Baúl de Semilla Global de Svalbard).

Este banco de semillas, construido en el interior de una montaña en la isla de Spitsbergen, Noruega, ya está funcionando, el pasado 26 de febrero cumplió un año desde su inauguración oficial. La bóveda de Svalbard tiene una capacidad de cuatro millones y medio de variedades distintas.

Los principales protagonistas que hacen parte de este proyecto son:

  • Bill & Melinda Gates Foundation, como se ha dicho, fundada por el creador de Microsoft, se presenta al mundo como una fundación “transparente” que tiene como objetivo ayudar a los países en vías de desarrollo con proyectos de educación, salud, tecnología, etc.
  • Gigantes del negocio de la agricultura, como Monsanto, DuPont/Pioneer Hi-Bred, un consorcio de empresas poseedores de las patentes más importantes de semillas de plantas modificadas genéticamente y todo tipo de sustancias químicas para la agricultura.
  • Syngenta, una empresa basada en Suiza dedicada a agroquímicos y semillas genéticamente modificadas a través de la Fundación Syngenta.
  • La archiconocida Fundación Rockefeller, el grupo privado que creó la Revolución Genética con financiación de cerca de 100 millones de dólares desde 1970.
  • CGIAR, el grupo consultivo para la investigación agrícola internacional, fundado por la Fundación Rockefeller con objeto de promocional la idea de la pureza genética por medio del cambio de la agricultura.

La CGIAR consiguió trazar en la Organización de Agricultura y Alimentos de las Naciones Unidas, su plan “Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas y el Banco Mundial” y de esta forma, como una buena jugada de ajedrez, la fundación Rockefeller comenzó a dar forma a la política agrícola global, y así las “generosas” fundaciones de Rockefeller y Ford promocionan, en nombre de la ciencia, la eficiencia y la solución final del hambre en el mundo, la Revolución Genética en los países en vías de desarrollo.

Hay que añadir que el proyecto de Svalbard estará dirigido por una organización llamada Fundación para la Diversidad Global de las Cosechas con sede en Roma, cuya presidenta es Margaret Catley-Carlson, quien “casualmente” era presidente hasta 1998 de la organización llamada Consejo de Población (Population Council), con sede en NY, fundada en 1958 con objeto de promover “la planificación familiar”, dispositivos de control de natalidad, la esterilización de mujeres y “el control de natalidad” en países en vías de desarrollo.

Al final, es un monopolio el hecho que unas pocas empresas tengan el control absoluto de la cadena alimenticia del planeta, y es evidente el monopolio a venir, cuando las semillas originales hayan desaparecido, pues se encontrarían sólo a disposición de Du Pont, Monsanto o Dow Chemical, en lugares tan lejanos como Svalbard.

Ya lo dijo públicamente Kissinger en 1970 (otro miembro de este club de poderosos):
“..si controlas la cadena alimenticia, controlas el mundo”

Monsanto ha bautizado el aparente crecimiento exponencial de lo que llama “conocimiento biológico” con el nombre de “Ley de Monsanto” como cualquier otra presunta ley de la Naturaleza.