Los hallazgos de la física moderna están profundamente interrelaciones con lo que religiones y miradas espirituales globales dicen alrededor de lo que es nuestra naturaleza más profunda. Conecta este relato con las publicaciones realizadas alrededor de la física cuántica y descubre por qué realmente todos somos una sola consciencia e infinitud en esencia.
Tras meses de ver a su perro sufrir dolores por enfermedad sin que ningún tratamiento médico le funcionara, un hombre –en acuerdo con su familia- decidió terminar la vida de su mascota a través de la eutanasia.
En medio de una conferencia brindada por Eckhart Tolle (maestro espiritual y escritor alemán de renombre mundial), el hombre le pregunta cómo puede liberarse y soltar la constante tristeza y desolación generada por los apegos a su mascota sin remover y desechar el amor que mantiene por ella.
Eckhart responde:
“Algo habita la forma física, que es la esencia, el principio organizativo, la inteligencia, o como sea que quieras llamar a eso que mantiene las moléculas y átomos organizados en la forma física. La ciencia no sabe de ello ya que aún iguala la vida con materia, pero la vida está más allá de eso: En última instancia la vida es consciencia, y el perro es una expresión de la Única consciencia, diferente de la humana. Igualmente el humano, así como cualquier entidad no física también sólo pueden ser una expresión de la Única consciencia, la cual se expresa así misma en diferentes niveles de evolución.
Creemos saber lo que es un perro
Podríamos decir que tú, yo, el perro, la flor y toda consciencia encarnada en la forma somos como rayos de luz solar. Ello no muere, la esencia no muere y el perro… no es un perro, quiero decir… creemos que sabemos de lo que estamos hablando cuando decimos “un perro”, pero no: es un Ser, un campo de energía, una expresión de la Única consciencia; nosotros creemos que sabemos lo que son las cosas cuando las etiquetamos y las llamamos de cierta forma. No sabemos lo que un perro es, sólo el hecho de llamarlo “perro” eso es pseudo-conocimiento. No sabemos ni lo que un humano es, sólo por el hecho que alguien tiene un nombre tú crees que sabes lo que es, pero no: es un fenómeno desconocido. El lenguaje nos da la ilusión que sabemos.
La evolución de la consciencia
La consciencia evolucionó a través de todo el universo, evoluciona en y a través de billones de maneras y formas, es definitivamente un milagro totalmente incomprensible para la mente humana, pero ella está comprometida en este proceso evolutivo, y lo que sea que sufra es únicamente ella. No es coincidencia que hay una religión en este planeta cuya imagen principal es un dios sufriente ¿no es extraño?, tenemos algunas explicaciones para ello: “ese fue Jesús que murió por nosotros”, etc. Pero simplemente deja ir esa explicación y permanece con el hecho que la imagen principal de esa religión es un Dios sufriente, hay un gran significado en ello, porque este dios sufriente es todo el mundo, es el sufrimiento que cada humano y cada forma de vida vive cuando asume la forma material. Hay una cercanía a la verdad cuando se dice que la consciencia “cayó en la materia” pero en realidad no es un error, no hay errores en el universo, y si hay “un error” tiene un alto propósito para el aprendizaje, entonces no es más un error.
Entonces, todos esos años que vivieron juntos, tu consciencia y la consciencia del perro (que en realidad no están realmente separados) se beneficiaron enormemente y crecieron, evolucionaron a través de estar juntas, esto ayudó al perro y te ayudó a ti, añadió algo a tu consciencia el estar junto a ese ser, y eso no está perdido, no te puedo decir en qué manera aquello que animaba a ese “ser” que llamamos perro continúa su viaje de vuelta a la fuente, pero ella continúa su viaje así como tú continúas el tuyo, no como una persona ni como la identidad personal que sobrevive, sino como un subyacente campo de energía, la consciencia subyacente que le da forma continua su viaje y en última instancia nunca está separada de su fuente. Simplemente cree estar separada de ella.”
Traducción y adaptación: Andrés Casallas Acuña