El creciente interés del público por alimentación ¨real¨ y la confusión derivada por el significado impreciso de la palabra ¨natural¨ utilizado por la industria alimentaria permite ofrecer productos naturales que no siempre lo son.

La confusión se da gracias a la tácita permisividad de la ley en muchos países, al no proporcionar una definición correcta del término ¨comida natural¨. Generalmente no hay distinción, aun legal, entre componentes de algunos alimentos naturales y su copia sintética, lo que resulta en etiquetas que describen -por ejemplo- la composición de un producto como ¨aromatizante natural ¨ pero en realidad es un sabor artificial.

La definición generalmente aceptada de un alimento natural es ¨no transformado, no desnaturalizado, tal como la naturaleza lo creó, sin eliminar o añadir nada¨. El etiquetaje en los productos avisa sobre su calidad, pero con la pasividad de las autoridades hay confusión debido -por ejemplo- al hecho que el término ¨natural ¨ no se refiere realmente a un alimento favorable a la salud.

Hay que reconocer que algunos alimentos no son necesariamente favorables a la salud y es importante hacer la pregunta: ¿Buscamos comida porque dice ser natural, o porque es favorable a la salud? El propósito de los alimentos es proporcionar nutrientes a nuestro cuerpo; cualquier otra contribución siendo inútil o perjudicial.

Los alimentos deben contribuir al mantenimiento del bienestar y la vida, pero ciertos productos naturales no siempre son favorables a la vida. Considere un ejemplo extremo: la seta ¨Amanita phalloides ¨ es un producto 100% natural pero no podemos decir que se trata de un alimento pues su contenido es mortal. Un alimento que contribuye a la salud es un alimento biológico (bios = vida ).

Los alimentos orgánicos se obtienen por métodos de cultivo que excluyen todo fertilizante, fungicida, herbicida, insecticida, etc. No todos los productos alimenticios que se venden con etiqueta ¨natural¨ son derivados de agricultura orgánica.

Cuando se trata de productos a base de cereales, el producto vendido como ¨natural ¨ es aún más peligroso a nivel tóxico que un producto convencional. De hecho, los residuos de tratamientos químicos utilizados en cultivos, se fijan especialmente en el salvado y en el germen. La harina orgánica no refinada proporciona los nutrientes que usted necesita de este tipo de alimentos y ayuda a mantener la salud. Pero la harina de cultivo convencional que se vende como ¨natural¨ solo porque es a base de trigo 100% u otro grano entero, aportará también -en contra del consumidor- residuos químicos dañinos para la salud.

Entonces es muy importante entender la palabra ¨alimento natural ¨ y asegurarse que es un producto que realmente aporta salud, preferentemente de cultivos certificados o con cierta reputación. Encontramos en el mercado 3 tipos de alimentos:

Convencionales: Al ser manipulados industrialmente contienen aditivos para mejorar conservación, sabor, apariencia, etc. Contienen residuos de pesticidas debido a métodos aceptados de cultivo o desarrollo.

¨Naturales¨: No contienen aditivos pero algunos se venden como naturales con contenido de azúcar disimulado bajo nombres como glucosa, dextrosa, fructosa, jarabe de maíz, etc. La sal también se usa como aditivo en alimentos ¨naturales¨. Pueden contener aceites hidrogenados con presencia de grasas trans, muy perjudiciales para la salud. Este tipo de alimentos contienen, igual que la comida convencional, residuos químicos indeseables.

Ecológicos: No son refinados, no contienen aditivos o residuos de pesticidas, por tanto son más ricos en nutrientes. Sin embargo, la contaminación general del aire y el agua no siempre permiten la pureza absoluta, pero sin duda son mejores.

Conclusión :

Tenemos que aprender a leer etiquetas y utilizar precaución y criterio al consumir alimentos que ojalá coincidan lo más posible a lo que debería ser un alimento natural, es decir, promocionando salud.