Es maravilloso, como a lo largo del camino de la vida nos encontramos con personas que llegan a nuestro corazón y con las cuales nos sentimos muy bien y compartimos momentos especiales. En algunos países latinoamericanos se usa específicamente el término popular: “buena onda” para designar el comportamiento de estos seres, el cual relacionamos con una actitud positiva ante la vida, alegría y el compartir con otro ser humano, desde el reconocimiento de sus valores y capacidad de aportar vivencias y compartir experiencias.
El ser “buena onda”, seguramente está también asociado a los aprendizajes que hemos tenido a lo largo de nuestra historia personal y que nos han permitido desarrollar una visión determinada ante las circunstancias de la vida, incluso aquellas no tan positivas. En lo individual, estas personas terminan comprendiendo, aceptando e identificando el porqué y el, para qué, les sucede lo que les sucede, extrayendo finalmente las enseñanzas necesarias de cada situación, logrando un crecimiento personal que las lleva a valorar cada instante y cada situación del momento vital por el que están pasando. Para otras personas, en cambio, el resultado de sus experiencias y percepciones de la vida y de su ambiente, las torna tristes, o incluso enojadas, frente a los procesos que les ha tocado vivir, proyectando esto en su forma de ser y en su trato con sus compañeros de ruta en esta gran obra de teatro llamada vida. Se observa igualmente, como también se usa en las interacciones humanas el término: “buena vibra” para designar a aquellas personas cálidas y amorosas, o buena onda, como se ha descrito anteriormente.
Por otra parte, se habla desde la física que todo en el universo está compuesto por pequeñísimas partículas que en último termino están vibrando en diferentes frecuencias, lo que ha traído como resultado la postulación hoy en día, de la famosa teoría de las cuerdas, como una manera de explicar el universo y lo que nos rodea; y que en términos básicos se relaciona con partículas invisibles que vibran generando una música que compone la sinfonía del universo que observamos y de nosotros mismos.
En la terminología de los antiguos místicos, se decía que: “como es arriba es abajo”, para señalar que lo que ocurre en el macrocosmos, también ocurre en el microcosmos, lo que nos permite un poco, asociar los conceptos de la física teórica expuestos en el párrafo anterior, con los términos de: “buena onda o buena vibra”, expuestos al inicio de este articulo. De acuerdo con esto, nuestro cuerpo, pensamientos y emociones, son en primer término: vibraciones, las cuales se manifiestan en nosotros, entre otras formas, como mejor o peor salud, con emociones elevadas como el amor, la tolerancia o el altruismo o, como bajas vibraciones asociadas al temor, la envidia o la tristeza. Es esta vibración, lo que en última instancia transmitimos a nuestro entorno, sea este por medio de interacciones con otros, con las cosas que nos rodean, o con nosotros mismos. De acuerdo con los profesionales de la salud física y mental, el permitir que la “mala onda” o la “baja vibra”, se prolongue en el tiempo, puede llegar a manifestarse como una enfermedad en nuestro vehículo físico.
De acuerdo con lo anterior, es de vital importancia conocernos a nosotros mismos un poca más cada vez, a fin de encontrar y sanar aquellas emociones, pensamientos o formas de ver el mundo que bajen nuestro nivel vibratorio, y de esta forma retomar la alegría, la empatía y la tranquilidad, primero con nosotros mismos y luego con lo que nos rodea.